MUNDO AERONAUTICO EWM

MUJERES PILOTOS

Amelia Earhart

Amelia Earhart en un anuncio (1928), que aprovechaba su fama como la primera mujer en cruzar el Atlantico por el aire.

Un hermoso dia de junio del año 1784, en Lyon, Francia, Elisabeth Thible, ataviada con un vestido adornado de encajes y tocada con un sombrero, monto en la barguilla de un globo de aire caliente piloteado por un artista llamado Fleurant, y sobrevoló la ondulada campiña un par de kilómetros. Tan entusiasmada se sentía, que se puso a cantar.

La aerostación se hallaba aun en sus comienzos, el primer vuelo tripulado había asombrado a los parisienses tan solo siete meses antes, y Madame Thible era la primera mujer que viajaba por los aires.

Este fue su primera y ultima experiencias, pero otras mujeres empezaron a volar a su vez, primero como pasajeras y luego como profesionales que ofrecían emociones al públicos de ferias.

Aquellas pioneras suscitaron una reacción curiosamente ambigua. Por un lado, se las aclamaba como novedad, por el otro, eran acusadas de entrometerse en aventuras que se consideraban reservadas a los hombres. Esa actitud equivoca persistió durante todo el siglo XIX.

Las aviadoras constituían una curiosidad y resultaban imaginativas y audaces, sin embargo, de algún modo, estaban usurpando unas funciones que no les eran propias.

Todavía en 1911 mas de un siglo y cuarto despues de la ascension de Madame Thidle-The Detroit Free Press se preguntaba, deben pilotear las mujeres, el famoso piloto britanico Claude Grahame- White respondio con un no categorico. Decia que las mujeres no tienen condiciones temperamentales para volar, porque son propensas al panico. Añadia que habia enseñado a volar a muchas mujeres, pero lo lamentaba.

Desde las publicaciones especializadas de tanto prestigio como la Revue Aèriene francesa y Flying, de los Estados Unidos, otros observadores mas imparciales debatieron ampliamente que papel correspondía a las mujeres en las actividades aéreas. La discusión, sin embargo, no dejaba de ser tanto superflua, pues las mujeres empezaron a volar muy poco después que los hombres y casi desde el principio contribuyeron con aportaciones notables al desarrollo de la aviación. Desde los frágiles globos hicieron experimentos de saltos en paracaídas, realizaron observaciones científicas y probaron en si misma los riesgo de las grandes alturas.

Con la llegada de los aviones, harían incluso algo mas, explorar los limites de la resistencia humana y mecánica en su batalla por demostrar que no estaban invadiendo un terreno reservado para los hombres. Ahora, como antes, dijo la famosa aviadora Amelia Earhart, especialista en largas distancias, las mujeres deberían hacer lo mismo que los varones, y a veces lo que estos no han hecho, para así afirmarse como personas, y, quizás, animar a otras mujeres a una mayor independencia de pensamiento y acción.

A lo largo del tiempo, las mujeres habían de batir récord de altitud distancia, volar como pilotos de pruebas, explorar rutas nuevas, competir con éxito frente a los hombres en pruebas de resistencia y velocidad, e incluso, en no pocos casos, enseñar a volar a los hombres. Arriesgaron la vida sistemáticamente y, algunas veces, la perdieron. Durante la la segunda guerra mundial demostraron estar, en palabras del cirujano jefe de la Fuerza Aérea del Ejercito norteamericano, física, mental y psicológicamente adaptadas para pilotear los aparatos militares de gran velocidad.

En ningún momento fue camino fácil. Volar significaba engatusar a los hombres para que la llevasen a dar un paseo, suplicar que les enseñasen, y enfrentarse a la muralla de la resistencia masculina. A las mujeres no solo les resultaba difícil conseguir entrenamiento de vuelo similar a los hombres sino que, además, pocas veces se les ofrecía ayuda financiera o misiones de vuelo importante o productivos. Y a menudo tenían que utilizar material inferior al que empleaban los hombres. Pero conseguir un aparato rápido y moderno era imposible para la mayoría de las mujeres, fundamentalmente porque los aviones de gran potencia se consideraban demasiado difíciles para ellas.

Las mujeres tuvieron que enfrentarse a numerosos sabotajes para poder conseguir su licencia, los ingresos medios mensuales anuales de una mujer en 1940 eran de 850 dólares, y una licencia de piloto costaba entre 500 y 750 dólares, no es, pues sorprendente que muchas mujeres necesitasen dinero o que muchas otras procediesen de familias acomodadas.

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